Regreso a Maeterlinck para admirar las flores
En Berlín, la ciudad en la que he vivido los últimos tres años, hay pequeños jardines (Kleingärten) distribuidos por toda la ciudad y organizados por parcelas con dueños y dueñas que se encargan de ellos durante la parte del año en la que el clima lo permite.
Los corredores de esas parcelas están abiertos a quien quiera recorrerlos y aprovechar para saborearse la cantidad de flores y frutos que van apareciendo en cada uno de los jardines a medida que la primavera y el verano van llegando.
No he venido a hablar de los Kleingärten, pero si el tema les interesa les recomiendo un texto de Fabio Morábito titulado de la misma manera y que se encuentra en su libro También Berlín se olvida.
He venido a hablar de las flores que allí crecen.
He venido a dejarles un pedacito de lo que me he encontrado en mis caminadas por estos lugares y a recordarles (o presentarles, si aún no lo han leído) bellísimos fragmentos de La inteligencia de las flores, de Maurice Maeterlinck. Como este, en el que habla del movimiento hacia arriba de las plantas, de esa energía que…
"sube de las tinieblas de sus raíces para organizarse y manifestarse en la luz de su flor, es un espectáculo incomparable. Tiende toda entera a un mismo fin: escapar por arriba a la fatalidad de abajo; eludir, quebrantar la pesada y sombría ley, libertarse, romper la estrecha esfera, inventar o invocar alas, evadirse lo más lejos posible, vencer el espacio en que el destino la encierra, acercarse a otro reino, penetrar en un mundo moviente y animado".
Hibiscus, o rosas de Siria, que miran y apuntan para arriba.
Salir a buscar flores, encontrarlas y disfrutar del tiempo mirándolas se vuelve un verdadero lujo en una ciudad en la que hay más o menos nueve meses en los que el sol es escaso y casi todo tiende a la muerte. Las flores, como dice Maeterlinck, lo inventaron todo:
"(...) se recuerdan esas interesantísimas exposiciones de máquinas en que el genio mecánico del hombre revela todos sus recursos. Pero nuestro genio mecánico data de ayer, mientras que la mecánica floral funciona desde hace millares de años. Cuando la flor hizo su aparición en la tierra, no había en torno de ella ningún modelo que poder imitar; tuvo que inventarlo todo".
¿Qué fue primero? ¿La milenrama o el árbol? ¿Se copió el árbol su copa de la milenrama? ¿O la milenrama dijo “voy a hacerme una copa de árbol”?
¿Y qué tal estas señoras, las Marigold, que parecen fuego? ¿Quién combinó por primera vez esos colores? Excelente idea:
Les dejo algunas más antes de mostrarles a la reina. Estas abejas, a las que les dicen girasoles negros, alguien las bautizó como Rudbeckias:
Y el Áster, con ese centro precioso:
Las flores, y en general las plantas, son grandes maestras del movimiento y la transformación. Maeterlinck añade también que…
"(...) la flor da al hombre un prodigioso ejemplo de insumisión, de valor, de perseverancia y de ingeniosidad".
Y ahora sí la reina. Ella crece en una matera en mi habitación y la tuvo que haber diseñado Dios mismo porque esta delicadeza no tiene explicación:
La flor de cera que, al contrario de las demás, florece mirando hacia abajo.
Cuando la primera camada de flores que nos dio se secaron, yo me tomé el atrevimiento de extraer los cristales rosados para mirarlos de cerca, para tocarlos, tal vez -inútilmente- para entenderlos. Solo entendí que son perfectos:
Me despido aclarando que A lomo de libro no se ha convertido -aún- en un canal de matas y flores, sino que como lo bello y lo bueno se comparten, había que darle viaje a esta dicha. Además de recordar a Maeterlinck, que nos recuerda dónde es que está la grandeza de todo lo que nos rodea y que nos enseña del ingenio que han tenido las flores por millones y millones de años.
"Si se encuentran plantas y flores torpes o desgraciadas, no las hay que se hallen enteramente desprovistas de sabiduría y de ingeniosidad. Todas se aplican al cumplimiento de su obra; todas tienen la magnífica ambición de invadir y conquistar la superficie del globo multiplicando en él hasta el infinito la forma de existencia que representan".
Hasta la próxima.
A lomo de libro,
Natalia