Decidida a escribir sobre Mañana y tarde, de Jon Fosse, sentada frente al computador, me parece que no hay forma de hablar sobre este libro sin hacer spoilers. Es tan cortico, que cómo hace uno un comentario sobre sus 102 páginas sin decir que el protagonista muere. Ahí está. Les conté cómo acaba el libro. ¿Se los dañé? Imposible porque lo que hace que Mañana y tarde sea un gran libro es la forma en la que Fosse narra la muerte de Johannes. Pero sobre la forma también hablaré, así que lean bajo advertencia.
Hay una cita de François Cheng, en su libro Cinco meditaciones sobre la muerte, que me parece que habla de lo que siente uno leyendo el primer capítulo de Mañana y tarde: “Sensibles a las condiciones trágicas de nuestro destino, dejamos sin embargo que la vida nos invada con toda su insondable espesura, flujo de promesas desconocidas y de indecibles fuentes de emoción” (Pág. 15). Así es como conocemos a Johannes, el protagonista de Fosse: en el flujo espeso y constante de su vida, naciendo en ese preciso instante. Entramos al libro en la mañana de Johannes y vamos recorriendo la tarde.
Después de ese capítulo nos internamos en lo que me ha parecido, un proceso de meditación de un ser humano que, como todos nosotros, está lejos de alcanzar la iluminación. Johannes va y viene entre la posibilidad de conocerse a sí mismo realmente y la necesidad de prestar atención a un exterior que se le presenta tan familiar que es confuso. La voz del narrador, que combina la tercera persona con el diálogo -a veces interno, a veces de a dos- es como la voz de la meditación. Y aquí me atengo a mi propia experiencia porque no puedo conocer las voces de los otros mientras meditan, pero la mía es rápida y va narrando una cosa tras la otra; a veces se habla a sí misma, a veces le habla al exterior, a veces se calla.
Hay mucha tensión en este libro. Yo lo leí apretando el cuerpo, esperando siempre que algo cayera y lo cambiara todo de repente, pero eso nunca pasó. O más bien siempre pasó, todo estaba cambiando todo el tiempo y Johannes y el lector apenas se están enterando de que la muerte es una sensación de tensión extrema, que lo único que necesita es que uno deje de hacer fuerza y se entregue.
Mañana y tarde es, también, una elegía a la amistad. Una carta de amor a la persona encargada de recogerlo a uno en el momento definitivo. Inspirada en eso, hice este collage que me hace pensar en Johannes y su amigo Peter:
De ahora en adelante aprovecharé también este espacio para dejar recomendaciones que pueden tener o no qué ver con el contenido anterior. En este caso sí, porque Fosse me dio en el punto que era. La muerte es un tema fascinante y al que me he acercado por los laditos desde hace años. Así que no quisiera dejar pasar este momento de estar hablando de ella para recomendarles un libro y un álbum:
El libro: Cinco meditaciones sobre la muerte - François Cheng
La experiencia de vida de Cheng, que navega entre el mundo occidental y el oriental, permite un acercamiento muy profundo y digerible (para nosotros, occidentales) de la trascendencia que hay solo en el pensamiento sobre el que tal vez sea el mayor momento de transformación junto con el nacimiento: la muerte. Sobre este libro me encantaría hacer un club de lectura, así que déjenme saber si se animarían.
El álbum: Mingus Ah Um - Charles Mingus
Hay algo en la música de este señor que me hace sentir cercana al proceso de morir. Los sonidos estallan y después viene una calma, pero esa calma es sospechosa y todo vuelve a estallar y de repente todo vuelve y baja… No sé. Oyendo su música en vivo (interpretada por otros músicos, porque cuando Mingus murió yo ni siquiera había nacido) me sentí recorriendo un tramo muy emocionante y que podía ser el último de la vida. Si no les suscita nada de eso, igual escúchenlo porque buenísimo sí es.
Gracias por leer y escuchar.
Nos vemos en un próximo paseo A lomo de libro,
Natalia.